27 de febrero de 2012

En el jardín de la mamma

A veces pensamos que para hacer fotos que nos satisfagan o nos gusten, tenemos que tener delante una gran montaña nevada, una playa tropical, una despampanante modelo o un potente deportivo. Si bajamos la vista hacia nuestros pies podemos llevarnos muchas sorpresas y algunas pueden quedar bonitas en una foto.

Recuerdo que era una tarde lluviosa (raro por estos lares), tenía ganas de hacer fotos y no sabía muy bien a qué...


Cuando ya no llovía demasiado, descubrí que no era el único que tenía ganas de mojarme.


                           


                                               ¡Ya tenía modelo!





Aunque mi madre casi me lo liquida, ¡se le estaba comiendo las plantas!


Tuve que interceder por él y conseguí salvarlo  "in extremis".


Eso sí las condiciones fueron claras: ¡fuera de mis plantas!












Nos trasladamos al suelo.





Como el animalico se lo tomaba con calma, no corría mucho y posaba relajado para mí, intenté sacarlo guapetón...


A la mañana siguiente, con todo mucho más seco y perdida la pista del caracol, tuve que buscar nuevos modelos. Esta vez le tocó a un cactus. Uno muy especial, que tiene estas flores tan espectaculares...




Resulta casi increíble contemplar estas flores tan bonitas a media mañana y observar que al final de la tarde están totalmente marchitas, casi muertas. He preferido traeros aquí la cara hermosa del cuento...






Siempre pensé que un cactus era una planta de "rango menor", tirando a fea. Después de esta lección en el jardín de la mamma los miraré con otros ojos.







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